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Relato en primera persona: Orientación para el Verano de la Libertad en Misisipi, 1964 (primera parte)

[17 de julio de 2008]
Traducido por Atenea Acevedo

[Publicado originalmente en el sitio web de los Veteranos del Movimiento por los Derechos Civiles de, por y para los Veteranos del Movimiento Sureño para la Libertad de la década de 1960, www.crmvet.org en el apartado "Veteran Roll Call" (Lista de veteranos) y "Our Stories" (Nuestras historias). Un grupo de voluntarios del sur de aquellos años organizó recientemente ese sitio web con la intención de recuperar la historia e inyectar energía a las luchas actuales en contra del racismo y a favor de la igualdad y la justicia. En muchas escuelas ahora se enseña esa historia, en parte a través de la mirada de quienes se sumaron a la lucha y con frecuencia se enfrentaron a la atroz e incluso mortal brutalidad de la policía y personas y grupos de civiles racistas. Las tres partes que conforman este texto están inspiradas en mis notas personales y en un diario que llevé a lo largo de 1964.]

Inclinada en misericordiosa plegaria por los suyos, el silencio espiritual permea el aura de la dócil niña. No cabe duda de que el Señor es bueno. Protegerá a esta frágil pequeña, a su familia y a los feligreses reunidos al unísono en esta Santa Iglesia. La voz firme del predicador que llama con estruendo a la fraternidad es acallada cuando eleva una plegaria por su pueblo. El sacrosanto silencio se rompe de pronto y el suelo consagrado estalla en escombros ardientes: mentes diabólicas y manos tintas en sangre profanan un espacio santificado. Las vigas talladas por Dios mismo se desploman sobre seres humanos. La cabeza de la niña vuela por el aire abrasador y se estrella contra la pared pintada con cal.

“No quería lastimar a nadie; estalló fuera de tiempo”, dijo Robert ‘Dynamite’ Chambliss ante Elizabeth Cobbs, su sobrina de 14 años, mientras oían las noticias sobre aquellos asesinatos en Birmingham el 15 de septiembre de 1963. Catorce años después, frente a un tribunal, Cobbs repetiría las mismas palabras y lo que su tío le dijo unos días antes del bombazo: “Espera a la tarde del domingo, nos van a suplicar que les permitamos segregarse”.

Copio un fragmento de la nota de United Press International (UPI) un día después del bombazo:

“Una bomba lanzada desde un auto en movimiento estalló contra una atestada iglesia de negros, causando la muerte de cuatro niñas que asistían a sus clases de catecismo y desatando brotes de violencia que han resultado en dos muertes más en plena calle.

Dos jóvenes negros murieron y un tercero resultó herido durante los brotes de violencia armada siete horas después del bombazo en la Iglesia Bautista de la calle 16.

400 personas, entre ellas 80 niños, se encontraban en la iglesia cuando explotó la bomba “que hizo volar piedras y escombros por los aires como si se tratara de metralla en la sala donde los niños se reúnen a decir las últimas oraciones del día… en el suelo de la iglesia quedaron regados trozos de biblias y cancioneros... el único vitral que quedó en su marco muestra a Cristo guiando a un grupo de niños, pero la explosión hizo volar su rostro”.

“Una de las niñas fue decapitada. La oficina del forense identificó a las occisas como Denise McNair, de 11 años; Carol Robertson, Cynthia Wesley y Addie Mae Collins de 14 años”.

“Por lo menos 20 personas (un hombre blanco) sufrieron heridas lo suficientemente graves para recibir tratamiento hospitalario. Muchas otras, con cortes y moretones causados por el estallido y los escombros, recibieron tratamiento privado”.

Fue el cuarto bombazo racista en el plazo de cuatro semanas en Birmingham. En los últimos ocho años, se habían lanzado veintiuna bombas contra iglesias, viviendas y negocios de personas negras.

Ahora, en 2008, recuerdo que aquella masacre a sangre fría fue lo que me decidió a unirme al proyecto de verano de la libertad organizado por el SNCC[i] en Misisipi.

En aquel tiempo el FBI conservaba archivos sobre mi persona, documentos que, en parte, pude consultar más de diez años después. En un expediente de 12 páginas, fechado 14 de septiembre de 1964, se lee:

“RIDENOUR asistió a una reunión del West Los Angeles Du Bois Club el 11 de mayo de 1964 en el local de la Confederación de Estudiantes de la UCLA. Ridenour dijo que estaría fuera de Los Ángeles durante el verano; se iría en dos o tres semanas”.

Di el paso. Estaba emocionado y tenso. No fue difícil convencer a Jim Dann de que viajara conmigo al sur. Sentía la necesidad de hacer algo más tangible que ser miembro del PC, demasiado conservador y plagado de viejos que no podían o no querían ser activistas. Gracias a mi trabajo con los derechos civiles tenía información sobre el Proyecto de Verano en Misisipi. Había colaborado con el CORE[ii] en Los Ángeles y ahora daba el gran paso: luchar en la boca del león.

Jim Dann y yo solicitamos un lugar para tomar la capacitación en no violencia, requisito auspiciado por el Consejo Nacional de Iglesias para el Proyecto del Padrón Electoral. El COFO[iii] estaría a cargo de la ejecución del proyecto, también conocido como Verano de la Libertad. El SNCC había tomado la iniciativa dos años atrás; el CORE y, hasta cierto punto, la SCLC[iv] y la NAACP[v], habían comprometido a sus organizaciones. La mayoría de las personas a cargo de la secretaría y el voluntariado durante el verano eran trabajadores del SNCC. El CORE se encargó de uno de los cinco distritos electorales de Misisipi. También hubo apoyo del Southern Conference Educational Fund[vi] y de grupos de abogados, particularmente la radical Asociación Nacional de Abogados.

Leí material sobre el proyecto y un nuevo memorando de la gente del SNCC:

“El SNCC es un grupo de organizadores (que trabajan con individuos y grupos) que comparten las mismas necesidades y se han unido para sumar fuerzas… Proponemos una organización que ponga la iniciativa en manos de las personas de cada localidad… con tanta democracia interna como sea posible... Queremos un mundo en el que la gente crezca aprendiendo a preocuparse por los demás... en lugar de crecer aprendiendo a odiar y ser personas sumamente limitadas...”

A Jim y a mí nos aceptaron en el proceso de capacitación que duraría una semana a partir del 13 de junio. Manejamos mi Chevy modelo 1953 hasta la universidad femenina privada de Western College en Oxford, Ohio. Éramos 250 voluntarios reunidos en el campus. Habría dos sesiones; a la nuestra seguirían otros grupos. La orientación estaría a cargo de 90 de los 150 miembros del SNCC que trabajaría con nosotros en Misisipi. Aproximadamente 80% de la gente del SNCC era negra y 80% de los 750 u 800 voluntarios, blancos. También nos acompañaban algunos voluntarios de Canadá, Inglaterra, Nueva Zelanda y Australia. Había unos 100 ministros, en su mayoría negros, y 120 abogados externos, en su mayoría blancos, para apoyarnos en Misisipi. Tres de los cuatro abogados negros de Misisipi se ofrecieron a ayudarnos con cuestiones legales. El proyecto Misisipi implicaba la participación de alrededor de mil activistas y simpatizantes, además de decenas de miles de personas de la propia localidad.

La orientación empezó inmediatamente después de mostrarnos los cuartos y darnos de comer en la cafetería, y en esa sesión aprendimos muchos datos sobre Misisipi. El ingreso anual promedio era de $1.300 dólares, apenas la mitad del promedio nacional. Los blancos ganaban un promedio de $2.000 dólares y los negros solo $600. Los sindicatos se encargaban de que la población negra se mantuviera al margen de los empleos y los puestos mejor pagados. La violenta y derechista John Birch Society y el KKK[vii] tenían fuerte presencia en los sindicatos controlados por racistas. La segregación era abierta en el empleo, la vivienda, la educación, los servicios sociales, las compras, el ocio... en todos los aspectos de la vida.

A lo largo de la semana de capacitación recibimos información y fuimos observados por formadores, psicólogos y activistas. James Foreman, uno de los líderes nacionales del SNCC, nos habló de la restricción del voto como prerrogativa de los blancos en la historia del estado. La Convención Constituyente de 1875 derogó los derechos civiles conquistados durante y después de la Guerra Civil. En aquel año había 4.000 negros en el padrón electoral tan solo en el condado de Amite; en 1964 el padrón registraba a una sola persona negra. Se había recurrido a toda forma legalizada e ilegal de intimidación para mantener a los negros fuera de las urnas, para someterlos. Si bien ya no estaba en vigor ninguna ley que les prohibiera el voto, la tradición blanca anulaba el ejercicio de este derecho y obligación ciudadana. Los obstáculos burocráticos, los trámites especiales y una norma emitida en 1955 según la cual saber leer y escribir era requisito para registrarse en el padrón habían mantenido a 95% de la población adulta negra totalmente fuera del proceso democrático de toma de decisiones. Alrededor de un millón de los 2,1 millones que conformaban la población eran negros; sin embargo, únicamente 20.000 de ellos figuraban en el padrón. Pero ni siquiera esos 20.000 podían asistir a las reuniones de los partidos políticos (hay solo dos partidos, Republicano y Demócrata, y la mayoría de la población negra vota a favor de los demócratas) ni ser nombrados delegados para las convenciones donde son los delegados, no los electores en un proceso directo, quienes definen con su voto quién ocupa la presidencia.

El sistema y el padrón electoral no solo son antidemocráticos para la población negra: también lo son para los blancos. Ante todo, la mera institución que obliga a la ciudadanía a “empadronarse” a fin de votar está diseñada para desalentar la participación del electorado. Hay que hacer el esfuerzo de conseguir las solicitudes y embarcarse en la engorrosa y a veces difícil tarea de llenarlas. Una vez llenas, hay que enviarlas a las autoridades. El solicitante no puede cambiar de domicilio unos días antes de las elecciones sin perder su derecho al voto. En el sur, en aquella época, era necesario acudir a la oficina de empadronamiento del condado para que los funcionarios determinaran la raza de la persona interesada. Presentar la solicitud exige el requisito de saber leer y escribir. Los presos y ex convictos que hayan cumplido condena por algún delito grave no tienen derecho a votar. Si uno sigue el calvario del registro y su solicitud es aceptada, el día de las elecciones tiene que acudir a las urnas para depositar su voto. Sin embargo, el voto no va directamente al candidato elegido, sino a un “delegado”. En una carrera cerrada, los delegados pueden votar a favor de un candidato que no corresponde con la preferencia del elector original. Resulta imposible explicar este democrático sistema electoral no democrático a una persona extranjera… y a la mayoría de los estadounidenses.

El SNCC y las otras tres organizaciones decidieron concentrarse en el asunto del padrón electoral, primero en Misisipi y después difundiendo la campaña a lo largo y ancho del sur. Esta decisión se fundó en el supuesto que aprendemos en la escuela acerca de la “democracia” definida como el derecho de elegir partidos políticos y votar por uno de varios candidatos al poder ejecutivo, legislativo y judicial. Así, el voto constituye el parámetro del proceso democrático de toma de decisiones. Según este supuesto, si yo voto, junto a una mayoría que represente 50% +1, por equis persona o equis partido, una vez cada cuatro años, entonces todo aquello que el partido y sus representantes hagan en el ejercicio del poder se convierte en mi responsabilidad o mi “culpa”. No obstante, los partidos y sus representantes nunca nos consultan cuando toman decisiones de política pública. Nadie nos pregunta si queremos declararle la guerra a otro pueblo. Sabemos que la mayoría es manipulada y no recibe información objetiva acerca de “las problemáticas”. Sin embargo, el supuesto generalizado (incluso entre gran parte de los miembros del movimiento por los derechos civiles) era y es que Estados Unidos es una democracia, y que la política nacional y exterior puede definirse a partir del voto. Por ende, el COFO buscó poner fin al apartheid mediante el empadronamiento y el ejercicio efectivo del derecho a votar de suficientes personas negras, pero no simplemente para lograr el liderazgo del statu quo.

Progreso y simulación

En aquella época, casi nadie habría imaginado que viviría para ver a una persona negra ocupar la presidencia de Estados Unidos de Amerikkka. Sin embargo, hoy, un hombre negro de nombre extranjero tiene todas las probabilidades de ser presidente de la tierra de blancos. Progreso y simulación.

El COFO empezó a organizar a escaso número de electores negros que había y a aquellos que esperábamos empadronar dentro del Partido Demócrata, pero como adeptos del MFDP.[viii] Este partido había surgido el año previo con un plan alternativo de voto en tres días durante los cuales miles de negros y algunos blancos se inscribieron en la fracción. Los organizadores solicitarían a la dirigencia nacional del Partido Demócrata el reconocimiento del MFDP en la convención programada para agosto. Antes de esa fecha empadronaríamos electores en los 82 condados para que se unieran a la fracción del MFDP.

Nos capacitaron para ayudar a los futuros electores negros a entender el contenido de los formularios de empadronamiento, acompañar a los analfabetos en la lectura y comprensión el formulario de dos páginas con “formularios de empadronamiento para la libertad” a modo de pruebas para ensayar el llenado del formulario oficial. Estos documentos incluían preguntas sobre la edad, el domicilio y los antecedentes penales de la persona interesada. Los escribanos del tribunal del condado podían pedir a los solicitantes que interpretaran cualquiera de las 265 secciones de la constitución de Misisipi. En la práctica, los escribanos solo pedían interpretaciones a los solicitantes negros. Una vez cumplimentado el formulario, los escribanos decidían si el solicitante había aprobado un examen diseñado simplemente para determinar si una persona estaba facultada para votar. Pero antes, el nombre del interesado aparecía en una lista en el periódico local durante dos semanas y se daba un plazo de dos semanas más para que cualquier persona empadronada se pronunciara en caso de tener una queja sobre el “carácter moral” del solicitante. La prueba de alfabetismo se aplicaba a toda persona que no hubiese terminado la educación primaria; sin embargo, en el caso de los negros la prueba se aplicaba independientemente de su máximo nivel de estudios. Después de este largo proceso de un mes, los secretarios del registro del condado aprobaban la solicitud. ¡La doble moral racial era innegable!

Otras de las tareas del COFO incluían ayudar a establecer centros comunitarios y ofrecer clases en las escuelas de la libertad que construiríamos como voluntarios. Había mucha necesidad de estas escuelas entre la gente joven, porque el sistema escolar de apartheid que segregaba a los negros (y a los blancos) era terriblemente inadecuado. Era posible asistir a la escuela sin aprender a leer y escribir, ya no digamos conocer el mundo más allá del propio pueblo.

Nos advirtieron que debíamos ser discretos respecto a cualquier contacto sexual, evitar la bebida o, al menos, no embriagarnos, no consumir ningún tipo de droga, evitar comportamientos capaces de perturbar las costumbres locales, ser corteses y honrados.

Después de la inducción, la gente empezó a cantar. Las reuniones y los talleres de los días subsiguientes serían constantemente interrumpidos por los cantos: canciones tristes y de homosexuales, canciones sobre el pueblo que lucha coreadas por algunos desentonados e interpretadas deliciosamente por muchos, pero siempre con pasión. A veces alguien dejaba de cantar para relatar una anécdota vinculada a la canción y otros tarareaban y aplaudían al fondo, y todos retomaban juntos el coro. Había una palabra, Libertad, capaz de motivarnos y cautivarnos a todos. Los viejos “negro spirituals”, enraizados en la época en que aquella música daba consuelo a los esclavos, dotaron de un nuevo significado a los manifestantes que ahora luchaban por la libertad desafiando a las macanas de los policías y las cárceles.

En las sesiones plenarias escuchamos los testimonios de quienes habían participado en la lucha y puesto en riesgo la vida. Entre los líderes del SNCC destacaba Bob Moses, una de las personas que había sido frecuentemente golpeada y encarcelada por su activismo. Sin embargo, este hombre conservaba un espíritu moderado y confiado sin dejo arrogante alguno. Nos explicó que la segregación racista en el sur era rentable para muchas empresas e incluso instituciones educativas del norte. Harvard, por ejemplo, poseía industrias y tierras agrícolas en Misisipi, y se beneficiaba de las enormes ganancias obtenidas gracias al sudor de jornaleros y obreros negros mal pagados. Ed King, un capellán blanco de Misisipi en Tougaloo College en Jackson contendía para vicegobernador por el MFDP. Nos habló de los peligros que enfrentaríamos. Conocía bien el tema: su rostro estaba cruzado por las espantosas cicatrices que le dejaron las navajas de los terroristas blancos.

Nos enteramos de que un puñado de blancos prominentes había empezado a oponerse a la segregación. Tres congresistas de Misisipi votaron en contra de las leyes de segregación, pero a la postre no fueron reelectos. Una periodista de Misisipi, Hazel Brown, ganó el Pultizer por su valiente reportaje sobre la segregación; se refirió a Misisipi como “estado nazi”. Por otra parte, dos televisoras con cobertura estatal eran propiedad del Consejo de Ciudadanos Blancos, una mezcla de la derechista John Birch Society y el KKK. Además, cinco negros habían sido asesinados en los últimos cinco meses por la lucha en pro de los derechos civiles. En 1961 y en el condado de Liberty (para más inri), Misisipi, el granjero negro Herbert Lee fue asesinado a tiros por un legislador local que lo odiaba por haber exhortado a otros granjeros a empadronarse y votar. El año previo a nuestro viaje, asesinaron al reverendo George Lee en Belzoni porque se negó a retirar su nombre de una lista de electores empadronados. Por supuesto, estos asesinatos quedaron impunes. Esto demuestra que no solamente los “agitadores externos” estábamos en riesgo. Las mismas personas a las que alentábamos y capacitábamos para empadronarse eran el “blanco más fácil”. Nos dijeron que cuatro o cinco líderes negros caerían aquel verano… era uno de los sádicos rumores que circulaban, y no se trataba de una mera amenaza.

Los talleres nos prepararon para nuestras tareas. Hubo muchas dinámicas y ejercicios para saber cómo actuar en caso de ser atacados, cómo proteger las zonas más vulnerables del cuerpo sin ocultar el rostro: mira a tus atacantes a los ojos; detecta a los líderes natos y míralos fijamente sin intimidarlos, pero haciéndoles saber que eres un ser humano; pregúntales “¿Qué te he hecho? ¿Por qué supones que soy una amenaza?”. Esta capacitación resultó muy útil para mí y para muchos compañeros.

El activismo no violento no es simplemente el opuesto de la violencia, sino una contraparte positiva que desafía a la violencia. Como tal, constituye un arma. En tanto practicante de la no violencia, actúo como catalizador para evidenciar el mal y así, espero, el mundo entero puede ver su lúgubre rostro y rechazarlo. Leer o ver por televisión la terrible violencia desatada en nuestra contra ayuda a despertar un ánimo distinto en el país, un ánimo de simpatía, si no es que de empatía, hacia la crítica situación de la población negra, y exhorta al “estadounidense promedio”, al menos en el norte del país, a ejercer presión para consolidar un cambio legislativo.

A diferencia de muchos de los miembros más veteranos del movimiento por los derechos civiles, el SNCC como organización y la mayoría de los voluntarios veíamos la no violencia como herramienta práctica y no como un principio pacifista o religioso. Es una herramienta que valía la pena en una realidad en la que nuestros violentos oponentes tenían acceso a cualquier cantidad de armas y bombas letales, y porque tenía efectos positivos.

Nos dijeron que en las últimas semanas se habían importado 40.000 armas automáticas a Misisipi. Y, por supuesto, todos los policías y alguaciles estaban armados hasta los dientes y podían dispararnos o golpearnos, por lo general sin temor alguno a las represalias.

Stokely Carmichael, que después adquiriría renombre internacional por su lucha a favor de la legítima defensa y por el panafricanismo, fue uno de los líderes del SNCC que habló de la no violencia como una táctica efectiva gracias a la publicidad positiva que atrae y porque “la mayoría de la gente no está preparada para una revolución”.

También hubo talleres de dinámica grupal y psicosociología de la población de Misisipi. No había razón para esperar que toda la población negra nos aceptara con el mismo entusiasmo. Nosotros, blancos, tenemos que entender que la alienación que toda persona negra ha sufrido y aguantado ha propiciado que algunos desarrollaran actitudes de odio hacia los blancos, todos los blancos, al menos hasta que una persona específica demuestre que no merece su odio.

“Todos somos víctimas de la segregación”, afirmó nuestro instructor. “Recibir blancos y, particularmente, activistas blancos en casa es un gesto hermoso y de sacrifico por parte de los negros. Esto indica un avance decisivo para terminar con la discriminación y un avance decisivo para dejar atrás el miedo”.

Nos advirtieron de los informantes y los pocos policías y carceleros negros en el estado. En la zona a la que me asignarían (Pascagoula/Moss Point) había 15 negros en la policía, es decir, 10% del cuerpo policíaco. Pero ningún policía negro podía arrestar ni encargarse de una persona blanca, independientemente del delito cometido. Además, tenían que comprar sus propias armas y uniformes. Si trabajaban en una cárcel, debían referirse a los presos blancos como “señor” o “Sr. Fulano de Tal”, mientras que éstos se referían a sus carceleros como “negratas” y “muchachos”. Ni a los blancos ni a los negros les caían bien o respetaban a estos “lacayos” y “tíos Tom”, como les gustaba llamarles. Seguramente se odiaban a sí mismos, lo que los hacía sumamente peligrosos para nuestros compañeros negros: eran capaces de golpear y matar a personas negras con total impunidad, cosa que llegó a pasar.

Nos contaron que se habían recolectado cientos de dólares para fianzas, $250.000 tan solo cuando los arrestos de la Marcha de la Libertad en 1961. Y habían inmovilizado el dinero aun después de retirados los cargos. Fue una de las muchas tácticas de acoso a las que recurrieron los servidores públicos en contra del movimiento por los derechos civiles. Otra más consistía en multarnos por supuestas infracciones de tránsito, acusaciones que casi siempre eran falsas.

Nos informaron de las profundas influencias del racista James Eastland, senador, en la clase dirigente. Poseía 2.000 hectáreas de tierras trabajadas por manos negras y se negaba a dejar a los jornaleros irse de la plantación sin su permiso. Se sabía que él o sus capataces habían matado trabajadores negros. Se encargó de que ningún abogado blanco aceptara casos de derechos civiles, de que ningún agente de fianzas en Misisipi ofreciera una fianza a los trabajadores en pro de los derechos civiles. Esto complicaba nuestra labor: estuvimos en prisión hasta que alguien consiguió reunir el dinero para sacarnos. La policía invirtió el dinero en acciones en lugar de destinarlo a un fondo estatal o local, algo que habría sido útil para el colectivo.

Tomé el taller sobre investigación y comunicaciones: cómo reunir información de interés periodístico y hacerla llegar a los medios; registrar la evolución diaria de nuestros proyectos; llevar una bitácora de ataques en contra de la comunidad y de los nuestros; reunir información y datos sobre la estructura y el liderazgo local; detectar los vínculos entre personajes clave y la economía, la política, la violencia; comunicarse efectivamente con diversos sectores; mantener el contacto con las oficinas distrital y nacional del COFO; contactar a los abogados en caso necesario. Los responsables de las comunicaciones debían hacer duplicados de los informes diarios y esconder una copia fuera de la oficina, además de cerciorarse de que los teléfonos no estuvieran intervenidos y no hubiera micrófonos en la oficina.

“Es importante que los racistas sepan que siempre hay alguien que sabe dónde están”, nos dijo el instructor. Los responsables de las comunicaciones podrían ser una especie de “guardias de seguridad” del proyecto. Era importante evitar que fueran arrestadas para que no se interrumpiera su crucial labor.

Hacia el final de la capacitación, Bob Moses y otros compañeros dejaron claro que el acoso a comunistas no tenía lugar en el SNCC. Jim Dann y yo nos sentimos aliviados.

El último día estuvo dedicado a evaluar la capacitación, plantear preguntas y poner manos a la obra con nuestras tareas individuales. Fui de los últimos en recibir instrucciones: sería el responsable de las comunicaciones en la zona del Golfo. Alguien había puesto en duda mi capacidad para acatar el requisito de no violencia con disciplina. Me entrevistó un psicólogo y, según su evaluación, estaba listo para hacerlo.

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[i] Comité Coordinador Estudiantil No Violento (N. de la T.)

[ii] Congreso de Igualdad Racial (N. de la T.)

[iii] Consejo de Organizaciones Federadas (N. de la T.)

[iv] Congreso de Liderazgo Cristiano del Sur (N. de la T.)

[v] Asociación Nacional para el Desarrollo de las Personas de Color (N. de la T.)

[vi] Fondo Educativo del Congreso del Sur (N. de la T.)

[vii] Ku Klux Klan (N. de la T.)

[viii] Partido Demócrata por la Libertad de Misisipi (N. de la T.)


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